Nacimiento
Reconocer el parto como parte integrante de la vida sexual nos permite comprender su fisiología, que está prevista para funcionar con el impulso de la emoción erótica. El útero, centro del sistema erógeno femenino, empieza a producir movimientos rítmicos, latidos, cada vez que la mujer se excita sexualmente, poniendo en marcha toda la potencia del sistema hormonal y la elasticidad de los músculos uterinos. Si se produce el deseo de la mujer, entonces el parto, es guiado por las sensaciones y las emociones de la madre exuberante, y la dilatación, la apertura del útero y el canal del nacimiento son producidos por oleadas orgásmicas que dan la bienvenida a la vida.
Resignificar el parto exige recolocar todo su continuo y dar la importancia que se merece a la concepción y el embarazo. Los millones de células que componen nuestro organismo, son células inteligentes, capaces de grabar información y de transmitirla al multiplicarse. Habitar la concepción, nos permite inscribir con información consciente la primera célula constitutiva, implementando consecutivamente toda su biología.
Entonces, el embarazo es tiempo de celebrar y agasajar a la madre, de rodearla de belleza. Porque la belleza inspira y eleva el espíritu, permitiendo a la madre alcanzar profundos niveles de bienestar y felicidad con los que nutrir y asegurar a su hijo/a las mejores condiciones para su desarrollo. Durante la gestación, el padre protege y sostiene a la madre y al bebé. Ambos, el padre y la madre han de ensamblar como dos úteros que se complementan creando el ambiente propicio para albergar la nueva vida que gestan.
Sin lugar a duda, la preparación al parto es previa a la concepción, y su fundamento el desarrollo de la sexualidad.